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Vida.

La existencia indica que el Hombre vino al mundo para ser feliz. Tener al mar, el horizonte, la selva, ríos y montañas, gente con él conviviendo,… conforman un ámbito de excelencia para alcanzar esa plenitud.

Sin embargo, por una relación asíncrona se va salinizando, satirizando y hasta horrorizando, al punto de llegar a pensar “que no tiene vida”. Momento apropiado para el florecer de los bajos instintos; aquellos donde reinan la ira, odio, resentimiento, desconfianza, desamor, irritabilidad, angustias,…

En ambos escenarios la existencia de un ser Supremo está presente. Actuando siempre con mirada compasiva y con alto sentido para que el bien triunfe sobre el mal.

Es en ese contexto, donde recobra valor todo cuanto hacemos para que nuestra vida tenga incidencia en las de otros. Cuando somos capaces de vivir esa conjugación de intereses, entonces habremos ganado la batalla. Por cuanto la vida es un accionar colectivo.

Lo que te pertenece también es mío y en consecuencia debemos actuar con estricto apego al compartir. Eso lo vemos tan fácil con el universo, el sol y la luna, los mares, el aire, la naturaleza, están allí como los mejores maestros en esta disertación.

Entonces resulta obvio preguntarse, ¿por qué actúo de manera descortés e indebida ante el otro, que además es mi hermano? Ocurre cuando nos dejamos arrastrar por lo malo, aun siendo buenos. Que también resulta fácil verlo desde el arrepentimiento y del perdón.

Para evitarlo, la mejor vía que tiene el hombre es recrearse en lo bello, divino, excelso,… refugiándose en el simple acto de mostrarse tal cual es: cristalino, hermoso, cautivador, amigo, compañero, dadivoso, tolerante, amoroso,…, sensible.

En las cosas buenas moran lo más compasivo del ser humano. Mantengamos las energías en ser buenos, aún en los momentos más difíciles. Al ser supremo, le será más fácil ayudarnos.

 

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Autor: Eknow

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